INFORME CONFIDENCIAL
SOBRE LA CONDUCTA DE
LOS TERRÍCOLAS
CAPÍTULO 15 – LAS
VACACIONES
Después de haber
estudiado a conciencia al género humano y de haber llegado a la conclusión de
que la mayoría de sus componentes no está muy bien de la cabeza, creo que, a
mayor abundamiento de lo ya expuesto hasta ahora, merece un capítulo aparte la
actividad que los terrícolas denominan “vacaciones de verano”.
El como los humanos
pasan sus días de descanso ha variado en los últimos años. Parece ser que antes
las personas en esos días se limitaban a no trabajar, iban al cine, a la
piscina o a la playa si la tenían cerca, tomaban la copa con los amigos y
hablaban y reían hasta altas horas de la mañana porque al día siguiente no
había que madrugar.
Ahora han inventado distintas
modalidades de pasar las vacaciones; las más corrientes son ir a la playa o a
la montaña, siempre que éstas no formen parte del entorno cotidiano, porque la
creencia común es que hay que irse a un lugar diferente de aquel en el que se
habita para pasarlo bien. Así se da el caso de familias que viven en lugares estupendos
y además tienen su domicilio habitual equipado con aire acondicionado, sofás
reclinables, electrodomésticos de última generación, algunos incluso jardín y
piscina, comodidades todas ellas que durante el resto del año no tienen tiempo
de disfrutar y que en verano abandonan para marcharse a un apartamento
incómodo, pequeño y caluroso. Si se les pregunta la razón de tan extraño
comportamiento, dirán que hay que cambiar de ambiente, romper con la rutina,
pero si analizamos su conducta, observamos que el ser humano es de por si
rutinario y hará siempre las mismas cosas aunque esté de vacaciones.
Para ilustrar tal
aseveración, pondré como ejemplo al matrimonio García Martínez, que se ha marchado
quince días a una localidad del litoral español, con sus dos hijos de corta
edad. Han alquilado un apartamento cerca de la playa para poder ir andando, total
trescientos metros, pero es tal la cantidad de objetos que tienen que acarrear
a diario que decidieron que el coche estaba para algo. Así pues, cada mañana
van a la playa en coche y mientras el padre se baja con la sombrilla, las
sillas, el bolso nevera y los dos niños, la madre da vueltas y mas vueltas
hasta que encuentra un sitio donde estacionar el vehículo; cuando por fin lo
consigue, saca una bolsa con las toallas y la crema solar y otra con los
juguetes y se encamina al lugar donde más o menos deben estar los suyos.
Invariablemente, cuando llega lo primero que dice es que para dejar el coche
tan lejos no merecía la pena haberlo llevado hasta allí, a lo que su marido le
contesta, también invariablemente, que si no se empeñara en llevar la casa a
cuestas y se conformara con una toalla para cada uno, no habría problema. La discusión
suele durar un par de minutos y después se relajan y se ponen mano sobre mano
mirando al mar, pero no solamente ellos sino toda la gente que está en la
playa. Es muy difícil saber qué miran exactamente; yo el primer día pensé que
estaban esperando que pasase algo. Y así todas las mañanas.
Las tardes son otra cosa,
pero también todas iguales. Después de la comida y la siesta, salen a dar una
vuelta por el paseo marítimo; todos los días el mismo recorrido en el que el matrimonio
García Martínez luce indumentaria. Llama la atención que los hombres, sea cual
sea su edad, cuando están de vacaciones se visten de niño, vuelven al pantalón
por la rodilla, las camisetas de colores chillones, la gorra de visera y las
chanclas de goma; las mujeres llevan unas batas horrorosas compradas en el
mercadillo local, los únicos que van normales son los niños.
Hay también quien aborrece
la playa y se va a los pueblos del interior, a hacer como ellos dicen “turismo
rural”. Esta modalidad de descanso, cada día más en auge, es para los urbanitas
que creen que el campo, la naturaleza en general, es lo que ellos ven desde la
casa que han alquilado, un trozo de tierra verde, a poder ser sin moscas,
tábanos ni olor a estiércol. Las ventajas fundamentales de esta opción de
veraneo es que si la casa está lo suficientemente apartada, el móvil no tendrá
cobertura y las vacaciones serán un poco más auténticas, y además los niños
podrán saber por fin como son las ovejas. Volverán todos a su casa diciendo que
qué bien, que han dormido con manta y que los huevos y los tomates eran mucho
mejores, ¡donde va a parar!, pero no contarán que a la semana ya estaban hartos
de subir y bajar cuestas y que el agua del río estaba demasiado fría.
En esto consiste, a
grandes rasgos, el periodo de veraneo de una gran parte de los terrícolas
civilizados. Protestarán durante esos días unos por el calor, los mosquitos, el
ruido de las discotecas, otros por la lluvia, las malas carreteras, la
asistencia médica, pero sea cual fuere la opción elegida para pasar las
vacaciones, la sensación que tendrán cuando vuelvan a casa será de desencanto
por tener que volver al trabajo y para consolarse empezarán a pensar en el
verano siguiente y a buscar un lugar maravilloso. Deben creer que existen los
lugares perfectos.
En mi opinión, el
problema fundamental es que el hombre moderno es inmaduro, se aburre y no sabe
lo que quiere, por lo que me reafirmo en lo que ya he dicho en capítulos
anteriores:
NO VEO EN ABSOLUTO
CONVENIENTE QUE NUESTRO PLANETA ENTRE EN CONTACTO CON LOS HABITANTES DE LA TIERRA.
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