martes, 15 de mayo de 2012

Los cuentos del revés

¿Qué pasaría si de repente los cuentos infantiles cambiaran y los buenos fueran malos? 


EL CUENTO DE CAPERUCITA CONTADO POR EL LOBO

Soy un lobo infeliz. Yo estaba tan tranquilo en el bosque, cuando esa bruja de esa niña se topó conmigo. ¡Con lo bien que yo estaba limpiando un poquito la entrada de mi guarida! Me estaba buscando desde hacía tiempo, lo sé. No paraba de merodear por aquí, incluso a horas en las que los críos ya deben estar en casa cenando. Pero ella es un mal bicho y yo sabía que nada bueno estaba tramando. Se me acercó con esa carita de santa que se le da tan bien poner, y me enseñó lo que llevaba en la cesta. Como vio que no hacía caso, empezó a tirarme piedras y claro ¿qué iba a hacer? Pues enseñarle los dientes para que me dejara tranquilo, pero como si nada. Salí corriendo tras ella y empezó a gritar hasta que llegó a esa casa en la que vive su abuela, otra bruja. La abuela salió fuera y quiso pegarme con un palo. Yo sólo me defendí. Y entonces, oí un disparo y vi a aquel hombre. Pensé que las estaba ahuyentando a ellas pero ¡qué va! Intentaba darme a mí ¡Encima! Total, tuve que salir corriendo otra vez hacia el interior del bosque. Al parecer la niña le dijo a la abuela que me la intenté comer. ¡Qué asco de criatura! Al final veo que, por culpa de esta mala pécora, me voy a tener que ir a otro bosque.


                                                                                                                        Carmen Sousa

                                                        LOBITO

   Un buen día de primavera, Lobito estaba jugando en el bosque cuando mamá loba le pidió que se acercara a la cuidad a por un litro de leche. Lobito se cuelga su cinturón con su espada de madera y sale corriendo, no sin que antes mamá le recomiende que no se entretenga y se cuide de no hablar con humanos desconocidos.
     Al cercarse a la cuidad se encuentra con una niña que lleva un abrigo rojo con una capucha.
-       Hola chico, ¿dónde vas?
-       Hola –dijo tembloroso- a comprar un litro de leche para mi mamá
-       ¡ Qué bien!, si quieres te acompaño, me vendría bien comprar unas “chuches”
  Lobito no se asustó y dejó que la niña le acompañara. Al cabo de un rato ella se sentó en el suelo y le dijo que siguiera solo, que se estaba aburriendo, y le indico un camino que salía a la derecha. Lobito, que era muy confiado, siguió la indicación de la niña.
   Entonces ella empezó a correr en dirección a la casa de los lobos, con no muy buenas intenciones. Al llegar a la casa llamó a la puerta.
-       ¿Quién es? – dijo mamá loba
-       Yo, Lobito -contesto ella, tratando de imitar la voz del animal
   Mamá loba abrió y Caperucita, que era como se llamaba la niña, entró.
   Al cabo de un buen rato lobito llegó a casa y halló la puerta abierta. Se acercó a la cama de su mamá y allí la encontró muy tapada.
-       Hola mamá, ¿te encuentras bien? ¿qué te ha pasado en la cara? La tienes toda redonda
-       Es que me comí toda la tarta de zanahoria que hice para la abuela
-       …que orejas tan pequeñas tienes
-       Había demasiado ruido y como me duele la cabeza las tengo encogidas
-       …y que manos tan pequeñas…
   Como un relámpago Caperucita saltó de la cama y dijo gritándole:
-       Son para cogerte mejor y llevarte atado a mi casa para que me sirvas de mascota
   En ese preciso momento pasaban por allí unos ecologistas, que al oír los gritos de Lobito se acercaron a la casa, regañaron severamente a la niña y le hicieron volver a la suya. Después desataron con cuidado a Lobito y rescataron a su madre que se estaba amordazada y encerrada en la alacena.
                                                                                    

                                                                                                                                       Concha Ríos

 


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